viernes, 4 de agosto de 2017

Mi padre, que murió de estrellas en la sangre


Mi padre, que murió de estrellas en la sangre
se me aparece como para comprobar
si la vida está siendo benévola conmigo
y yo habló con él aunque esté muerto
y le vea un poco borroso.
Le hablo de mi madre, su mujer,
que ya tiene 82 años
y no le sorprende que siga siendo ella misma.
En cuanto a mí, que ya voy teniendo casi 53
(qué otra cosa queda que envejecer),
me va bien, le digo, no me quejo
mi vida es como tiene que ser,
tampoco espero nada del otro mundo.
En eso te doy la razón, me responde,
no tiene tanta gracia vivir eternamente
y ver cómo se mueren los vivos.
Toco madera, en realidad yo adoro la vida
y confío en que me queden muchos años.

Mi padre se me queda mirando un buen rato
hasta que finalmente me estrecha entre sus brazos
me da un beso y yo echo de menos
que me clave su barba mal afeitada.
Y antes de que se vaya, le digo:
gracias, viejo, por el ejemplo.
Ah, y se me olvidaba,
que te he vuelto a hacer abuelo.

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